ESCUELA DE MÚSICA SAN IGNACIO DE MOXOS
El sueño de una misionera navarra
Corría el mes de noviembre de 1994. La tradición
musical de San Ignacio de Moxos –herencia de las misiones jesuíticas-
languidecía, porque los taitas que con tanto fervor la habían preservado, no
encontraban relevo generacional. Una religiosa navarra de la congregación de
las ursulinas, María Jesús Echarri Ansorena, albergaba un sueño. Se iniciaban
las obras de restauración del templo, respetando su estructura original. En
2002 se iba a conmemorar el 250 aniversario de su primera construcción y quería
reinaugurarse para esa fecha. Ella le confesó al jesuita Enrique Jordá, párroco
del pueblo por aquel entonces, que en su imaginación había concebido una misa
cantada para celebrar la efeméride, con orquesta y coro propios, como en la
época reduccional.
Cualquiera la hubiera tildado entonces de
ingenua, cuando apenas contaba con un puñado de niños y niñas que empezaban a
tocar la flauta, para conseguir engancharlos a la música a través de piezas
folclóricas que no les sonaban extrañas.
En julio de 1996 la Ruta Quetzal recalaba en San
Ignacio de Moxos. Su organizador, Miguel de la Quadra Salcedo, obsequiaba a
María Jesús doce violines y ocho flautas. Su mediación conseguía el apoyo de la
UNESCO para contratar a un reputado violinista checo, Jiri Sommer, que durante
los años 1999 y 2000 sembró la semilla de la futura orquesta de cámara de San
Ignacio. También llegaron al pueblo, gracias a la UNESCO, dos luthiers
madrileños, Luz y Joaquín, que adiestraron a un constructor tradicional de
violines. Miguel Uche, indígena moxeño que desde entonces fabrica todos los
instrumentos de cuerda que la escuela pasea por el mundo. Instrumentos que
suenan a selva porque están hechos con maderas de nuestros propios bosques.
Pocos meses después de su llegada, entraba en
escena la anterior directora, Karina Carrillo, una cruceña que jugó un papel
relevante en el crecimiento de la escuela y bajo cuya responsabilidad nacieron
su orquesta y su coro. La primera debutó en el Festival de Música Barroca y
Renacentista Americana “Misiones de Chiquitos” de 2002. El segundo esperó hasta
el 31 de julio del mismo año, fecha en la que coro y orquesta se atrevieron con
la Misa Palatina, del Archivo Misional chiquitano, justo el día en que, con el
oficio religioso en honor a su santo patrón, se reinauguraba el templo
rehabilitado, un cuarto de siglo después de su edificación. María Jesús
Echarri, la religiosa que ocho años antes había soñado con ese momento y que
estaba allí para disfrutarlo, tuvo entonces la certeza de que las utopías,
efectivamente, nos hacen caminar.
Raquel Maldonado, pianista y licenciada en
dirección de orquesta y composición, tomó las riendas de la Escuela de Música
en 2004. Bajo su batuta, nació en Ensamble Moxos, que no tardó en adquirir una
relevancia nacional e internacional, avalada por sus numerosas giras y sus
trabajos discográficos. Pero además dotó a la institución de una estructura
pedagógica y una malla curricular que la convirtieron en el Instituto Superior
que actualmente es.
La llegada de Raquel coincidió con la de una ONG
del País Vasco, Taupadak, palabra que en su idioma originario significa
“latidos”. Con financiamiento de municipios vascos, Taupadak dotó a la escuela
de sus flamantes instalaciones actuales, inauguradas en julio de 2005. Atrás
quedaban años difíciles en los que pasaron clases en la propia casa de las
ursulinas, después en los espacios de la parroquia y más tarde en un local que
también pertenecía a la iglesia católica, pero que no cumplía con las
condiciones mínimas para la enseñanza musical. Pero aquella precariedad
imprimió carácter a la escuela y a sus primeros alumnos, varios de los cuales
son sus actuales docentes y músicos de reconocido prestigio, lo cual garantiza
que la mística de sus orígenes se mantenga.
A partir de 2005, con la grabación de su primer
CD, la escuela empezó a exportar la música misional a Europa y Latinoamérica,
de la mano del Ensamble Moxos, su buque insignia. Desde entonces, sus
periódicas giras internacionales se han convertido en el sostén económico de la
institución, mientras su leyenda sigue agrandándose.
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